Ya pasaron más de dos meses encerrada en casa, soy una más, una más de tantas y tantas personas que han estado ideando y ocupando su tiempo en disparatadas ocurrencias para no pensar demasiado en la gravísima situación de pandemia a nivel mundial que hemos y estamos viviendo…
Aquí, en casa con mis hijos; el menor con sus clases online porque quedaron suspendidas en la universidad, el mayor, trabajando, al igual que algunos de sus compañeros, porque la empresa con la que trabaja sigue prestando servicio, y no añado nada más sobre ello porque me produce dolor, dolor que se agrava cuando veo a personas por las calles o en el supermercado como si con ell@s no fuesen esta historia, saltándose las principales recomendaciones a seguir para evitar el contagio, poniendo en riesgo sus vidas; que a fin de cuentas, si a ell@s no les importan ¿por qué deben importarme a mí ell@s?, pues me importa, me importa porque con su mal hacer están poniendo en riesgo la salud de los que nos tomamos en serio este virus, me importan las vidas de las personas que se desviven por ayudar a los infectados y para que no nos contagiemos, me importan los que no abandonan sus trabajos para que tengamos cubiertas las necesidades básicas, los que cuidan el mínimo detalle para desinfectar las calles, las plazas, sus hogares…, los voluntarios que fabrican mascarillas, los que desde sus casas aportan distracción a través de las redes sociales…, me importa la ilusión de tantas personas por volver a la “normalidad” aún con el virus pegado a nuestra sombra, me importan las personas respetuosas que ponen remedio para evitar la propagación del COVID y me causa indignación leer que «este sábado 2 de mayo fueron detenidas 119 personas en toda España, multadas 16.490 y 786.323 propuestas de sanción por incumplimiento»…, me produce dolor los nuevos brotes de contagios precisamente por ese proceder; pero está el Gobierno para culparles por la desinformación…
─ ¿Que si he terminado de escribir mi libro en este confinamiento? ¿Qué libro?
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